Foto: misscakahuette |
Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más, en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
no pasa nada.
Lo expresaba muy bien César Vallejo:
«Lo digo, y no me corro».
Pero él disimulaba.
Ángel González
Por conocimiento cierto y personal, te digo que Ángel González era un artista del dedo. Casado con joven, mojaba y escribía sin cesar. Eran asiduos de un local llamado el Rincón del Cante en Gijón, gran pareja, sí. Un abrazo.
ResponderEliminarLo leo y si me corro. Perdón, no es así.
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